25 de junio de 2013

Dear Esther, un viaje interior. Por @Araq1983


Somos una isla solitaria en un mar inmenso donde existen otras islas pero dentro de nosotros mismos hay más que la fría roca luchando inamovible contra las olas del océano. Hay bellos lugares donde están los restos de barcos que nos llegaron a nuestras orillas, a veces destrozados y otros intactos, dando forma a todo el conjunto como nuevas pinceladas en un lienzo a medio terminar que con el paso del tiempo va completándose poco a poco, cambiando y evolucionando según los barcos que lleguen, los vientos y las olas que los moldeen o las bellas formaciones que otros han construido dejando más que un simple prado, una playa o colina. Pero con el paso del tiempo todo eso envejece y aparentemente desaparece aunque en realidad nunca lo hace y solo sigue añadiendo colores al lienzo aparentemente terminado.

No solo es que la isla sea una formación rocosa con playas y prados sino que en sus profundidades siempre hay más de lo que nos podemos imaginar y aunque siempre es complicado y tememos entrar en las profundidades de la propia isla, o en las profundidades de otras islas, siempre es algo que agradecemos. Tal vez solo haya oscuridad y silencio pero contra más profundizamos en esa cueva, en las propias entrañas de ese pedazo de tierra en medio del océano, más aprendemos y amamos esos lugares ocultos pues son donde realmente existe el alma y la belleza de ese lugar aparentemente solitario. Vemos como la oscuridad se convierte en luz, como el silencio deja paso al constante sonido incansable del correr del agua, vemos como la presencia de otros en ese lugar en tiempos pasados da testimonio vivo de que nos gusta explorar el interior de la cueva, el interior de la isla, el interior de nosotros mismos y vemos la belleza que encontramos dentro. Tal vez sea difícil dar los primeros pasos pues la recompensa es dudosa o insustancial, no es lo mismo que ver una plácida playa donde el sol del mediodía nos ilumina mientras que la brisa marina acaricia nuestra piel, un lugar ciertamente placentero pero en el fondo demasiado superficial. En cambio las cuevas que nos ofrece la isla son más emocionantes, más inseguras y más placenteras cuanto más tiempo estamos en ellas contemplando los tesoros que allí se esconden esperando que cualquiera los descubra, incluido nosotros mismos, esperando que contemple lo que
tanto miedo muchas veces nos da  enseñar pues desconocemos si será del gusto de los viajeros que pasen por esa isla pero, que sin lugar a dudas, es lo mejor que pueden hallar.

Al principio ese camino que da acceso a todos los rincones no existen pero con el tiempo los viajeros que allí lleguen irán creando distintos caminos por los que podemos caminar. A veces solo a playas y lugares de fácil acceso, otras veces a lugares profundos donde existen cientos de tesoros ocultos, pero todos esos caminos dan lugar a que podamos conocerlo todo, conocer los distintos paisajes que constituyen la isla. Es un camino largo e incluso tortuoso en ocasiones pero también es un camino necesario de recorrer y al final, cuando hayamos caminado, olido, escuchado, visto y palpado toda la isla, desde sus bellas orillas a sus misteriosas profundidades, cuando hayamos descubierto cada rincón y lo valoremos como tal, entonces, solo entonces nuestro viaje terminará y se completará.

Tal vez en ese viaje nos hagamos daño, sobre todo si queremos viajar a las misteriosas grutas del interior, pero creo realmente que la recompensa merece la pena, creo que conocer esa isla y otras islas es una aventura única y bella. Es entonces cuando recuerdo la conversación que Rob y Laura tienen en el bar fuera de este videojuego y comprende que es la vida.



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